Las cosas han cambiado. Son pocos los que siguen con los mismos comentarios. Y si somos honestos, ya no todos se dan cita con el doctor Durán en su informe diario de televisión o radio de por medio.
Los psicólogos, esos hombres y mujeres que han dedicado años de fuertes estudios a escudriñar el comportamiento humano e intentar adentrarse en los oscuros laberintos de la mente de cada cual, han llegado a la conclusión de que estamos padeciendo lo conocido como “fatiga pandémica”.
Así como un deportista de alto rendimiento o uno de esos que vive y muere haciendo pesas para lucir hasta los músculos del trasero, tampoco están ajenos a otra fatiga, la muscular, que no es el caso en cuestión.
De la apellidada “fatiga” nadie está libre de padecerla. Desde esos heroicos médicos y paramédicos hasta gente con responsabilidades incluyendo a los que tienen por tarea hacer mover el balance o sillón que la familia le cambia del balcón a la sala o frente al culebrón de turno.
Quienes nos hemos visto en la obligatoria necesidad de acudir a la televisión para adivinar algo atractivo, tenemos en los últimos días y con frecuencia de llave con goteo de salidero, el mensaje de los psicólogos que nos explican qué es la “fatiga pandémica” y cuando lo hacen nos damos cuenta de que nos están retratando a distancia.
Luego de ello, viene el tratamiento en cuestión de poco menos de 20 segundos como dictan las normas de anuncios y publicidad. Una voz amelcochada nos pide y hasta exige que seamos realistas, que tengamos coraje y esperanza, pero sin invitarnos a un cigarrito como hacen en el hospital psiquiátrico.
Llegado ese momento, uno no tiene otra alternativa que preguntarle al más salidor de casa que dónde se hace la cola, desde qué hora hay que “marcar” para encontrar realismo, coraje y esperanza, que de seguro no será en grandes cantidades para que todos alcancemos. Sugerencia un tanto controvertida porque nos sobra realismo, coraje y de esperanzas estamos hasta el tope.