Y como que el cubano le saca lasca a todo, que si es en plan de jodedera o cachondeo se hace más potable, ya uno en la calle, ese gran parlamento móvil, en sesiones diarias de 24 horas, anda diciendo a los cuatro vientos que quiere “eurizarse”.
La reciente y sorpresiva decisión de las autoridades cubanas de prohibir temporalmente el ingreso de dólares estadounidenses a depósitos bancarios en personas naturales o jurídicas ha tenido el mismo efecto que el de acercar un encendedor a un bidón de gasolina.
Desde los más apreciados y controvertidos economistas y analistas locales hasta un simple trabajador de limpieza de calles se han hecho eco de una decisión con varias lecturas o interpretaciones en la que resulta indiscutible la presión y efecto de las sanciones gringas a la economía nacional. De las 240 medidas impuestas por Trump, Biden no ha eliminado tan siquiera una.
La comidilla del momento, la gran atención a la novedad. Dejar a un lado otras preocupaciones de carácter internacional como las del Secretario General de la ONU y las declaraciones de la UE con respecto a la isla.
Lo cierto es que, a menos de 24 horas de dada a conocer la resolución, los bancos y establecimientos comerciales de venta en divisas amanecieron con visibles y desacostumbradas aglomeraciones muy pasadas de los límites habituales.
Ya los economistas y otros entendidos se han sentado a la mesa de reflexiones y conclusiones. Un golpe sísmico. De impacto similar al de un terremoto, que seguirá dando quehacer con el acomodamiento de las placas que se han movido de lugar con réplicas en la economía y las finanzas básicamente.
Nada más aconsejable que emplear también el termómetro de chequear fiebres Covid-19 para tomar otras temperaturas del día a día y constatar el empoderamiento del euro sobre el dólar entre otras observaciones “clínicas”.