Tras los resultados del «súper-martes», que confirman a Clinton y Trump como grandes favoritos, el aparato del partido del elefante maquina un ‘Plan B’ Por fin llegó la fecha clave, la que estaba marcada en rojo en el calendario de primarias. El conocida como «súper-martes» por celebrase en dicho día elecciones en 11 estados y repartirse en torno al 25% de los delegados elegibles por cada partido, demócrata y republicano, para sus respectivas convenciones. Y, conforme a las expectativas, los resultados han sido bastante concluyentes.
Si bien es cierto que ningún candidato puede proclamarse aún vencedor; las dos competiciones han quedado prácticamente sentenciadas. Sobre todo la demócrata, en la que Hillary Clinton confirmó lo que ya se intuía desde el análisis de los resultados en las primarias de Nevada la semana pasada. Un pálpito confirmado en Carolina del Sur este sábado: la ventaja de la exsecretaria de Estado entre las minorías raciales es tal, que no hay forma de que Sanders pueda compensarla.
De esta forma, Clinton se hizo anoche con victorias abrumadoras en los estados con mayor diversidad racial que eran además los que más delegados repartían: Virginia, Georgia, Alabama, Tennessee , Texas y Arkansas. Incluso, aunque en este caso por la mínima, en Massachussettes. Una victoria igualmente significativa, al tratarse de un Estado demográficamente mucho más favorable para Sanders y ser además vecino de su bastión, por el que es senador, Vermont.
Que Sanders no consiguiese hacerse con la victoria allí, es una señal de que tan sólo puede aspirar ya a alargar la carrera y, con ello, a hacer que Clinton se vea obligada a posicionarse más a la izquierda en cuestiones como la regulación de ‘Wall Street’ o la financiación de las campañas electorales. Algo que el candidato vino a reconocer implícitamente al señalar anoche que su campaña no tiene como fin único la victoria, sino conseguir “una revolución política”.
Como motivación extra, seguro que también ayuda que el senador por Vermont consiguiese mantener el tipo con victorias en Colorado, Minnesota y Oklahoma; además de en su propio Estado, donde se daba por seguro. En éste efectivamente, ‘barrió’, con un 86,1% del total de votos, frente al 13,6% de Clinton.
No se puede decir lo mismo, del que se suponía que era el principal rival del ya claro favorito republicano. Es decir, Marco Rubio no dio la talla frente a Donald Trump.
El senador por Florida se libró del más absoluto ridículo al conseguir al menos una victoria en Minnesotta y de que Kasich no consiguiese la que estuvo a punto de lograr en Vermont al quedarse tan sólo a dos puntos de Donald Trump. Esto habría convertido al cubano-estadounidense en el candidato, a excepción de Carson, con menor número de victorias. Magro balance para quien aspira a ser ‘la gran alternativa’.
Una vez más, Rubio no consiguió cumplir con esas expectativas y, en todo caso, tal papel recayó en el senador por Texas, Ted Cruz, quien además de ganar en su propio Estado, consiguió también las victorias en Oklahoma y Alaska. El primero de ellos, el suyo, además el que más delegados repartía.
Así, fue Cruz quien consiguió no quedar demasiado relegado en el reparto de delegados que se produjo anoche en el partido conservador, pese a que Trump se hizo con la victoria en siete estados: Alabama, Arkansas, Georgia, Massachussets, Tennesse, Virginia y Vermont.
Escaso consuelo para el ‘establishment’ republicano si tenemos en cuenta el nulo entusiasmo que Cruz despierta en las élites del partido. También que, con estos resultados, difícilmente pueden contar ya con la unificación del resto de candidatos en un frente anti-Trump liderado por alguien de su gusto. Es decir, por Marco Rubio. Y es que para hacer peor las cosas para éste, dados los resultados, el cubano-estadounidense ni tan siquiera tiene motivos para solicitar a Kasich que se retire cuando según las encuestas éste tiene más opciones de ganar en el Estado en que es gobernador, Ohio, que Rubio en el que es senador, Florida.
Así las cosas, parece ser que las esperanzas del aparato del partido republicano pasan ya tan sólo por llegar a una convención dividida. Es decir, asumen que Trump llegará con ventaja a la fecha en que se habrá de proclamar el candidato, pero confían en que no haya podido alcanzar la mitad de delegados. De esta forma, las élites del partido podrían maniobrar para aunar una mayoría alternativa en torno a otro aspirante.
Terry Sullivan, el principal asesor de campaña de Marco Rubio, estaría ya realizando movimientos para beneficiarse de ese escenario. Es más, según ha revelado Político, desde la campaña del cubano-estadounidense, Sullivan incluso habría declarado que Rubio podría hacerse con la nominación, “sin ganar ni una sola primaria”. Un escenario que tras anoche no se producirá, ya que con Minnesota, al menos ha ganado una… de las 15 primeras.
Unos planes que algunos analistas han definido como «fuera de la realidad», pero que parecen reales si tenemos en cuenta las declaraciones del propio Rubio asegurando que Trump “dividiría y destrozaría al partido”. O las del antiguo líder en la Cámara de Representantes, Tom DeLay, en el mismo sentido, sugiriendo además que no votaría al multimillonario constructor si fuese el candidato de su partido.
Sin embargo, una operación de estas características podría ser la verdadera tumba de las posibilidades electorales del partido del elefante. Si Trump fuese desposeído de la nominación pese a conseguir el mayor número de delegados, el neoyorquino podría considerarse liberado de su promesa de apoyar a quien saliese elegido candidato por el partido republicano. Es decir, podría optar por presentarse igualmente en una plataforma independiente, lo que dividiría el voto conservador y aseguraría una presidencia demócrata.
Por ello, el presidente del Comité Nacional Republicano, Reince Priebus, según Político también estaría realizando sus propios movimientos. Según este medio, Priebus ya habría ofrecido a Trump los recursos del partido a cambio de que éste se adhiera al “tono e ideología” del partido del elefante.