El cambio político que se está produciendo en España no es sólo de nuevos colores en ayuntamientos y autonomías, hay por debajo una transformación completa de la forma en que se hace política y se participa en ella. El cambio político que se está produciendo en España no es sólo de nuevos colores en ayuntamientos y autonomías, hay por debajo una transformación completa de la forma en que se hace política y se participa en ella.
Hasta ahora, si aparecían viente partidos para defender una misma idea, la pelea entre ellos era por ver quién lideraba, quién se llevaba todo el honor y los cargos. Una lucha que poducía una pérdida de votos muy importante por semejante enfrentamiento basado en la infinita división, algo que ha dejado eternamente en desventaja a la izquierda.
Acertó quién definiendo a los partidos de izquierdas frente a los de derechas aseguraba que en estos últimos su gran mantra era “infinitos matices nos separan, pero el objetivo nos une” mientras que para los primeros es “el objetivo nos une, pero infinitos matices nos separan”. Aquí claramente el orden de los factores altera el producto y en ese bucle se ha desgastando la izquieda en este país.
No seguir cayendo en la parodia de la Vida de Brian, con disidentes y más disidentes de Frentes Judaicos en combinaciones infinitas, es esencial en un momento en el que existe una necesidad, fuerza y posibilidad real de cambio.
En este escenario hay espacio para un partido más. Y para dos, tres o los que sean necesarios. El partido representa una identificación con un proyecto, con una ilusión y una pertenencia social absolutamente necesaria para la política.
Es imprescindible que existan opciones plurales, con identidad propia y profundidad democrática para que la ciudadanía pueda verse representada en proyectos más cercanos, hacia los que tiene más interés y sobre los que puede ejercer mayor fiscalización y control. Más partidos pero con tamaños más reducidos suponen una defensa para el sistema democrático dado que ninguno por separado podrá -como ahora- controlar la práctica totalidad del poder político institucional.
Ahora bien, definidos y aprovechados esos infinitos matices que diferencian a unos de otros, facilitando asi para un ciudadano verse representado por uno de ellos, es esencial la convergencia de dichas fuerzas.
Y aquí está la clave de la transformación política que estamos viviendo. Ahora un partido más es una suma más que termina por ser un factor multiplicador y que favorece candidaturas ciudadanas, control directo, nos acerca a las listas abiertas, a los procesos revocatorios y a un nivel profundo de transparencia en la gestión pública.
Así que sí, un partido más. Un partido para sumar a una voluntad de convergencia, de presentar unas siglas para respaldar una candidatura de personas y para preparar entre todos un programa de cambio. Partidos que vuelven a ser herramientas de acción polítca de la ciudadanía, que vuelven a estar a su servicio.
Cuantas más de estas herramientas tengamos, más fácil nos será el mantenimiento “mecánico” de una democracia desarrollada.
Y ahora, Elecciones Generales.