Desde los gobiernos se enfoca la lucha contra la corrupción con leyes y más leyes que en muchos casos ni puñetera falta hacen si no es para enmarañar más los procesos. Alberto Ruiz Gallardón, ministro de Justicia, opina que en España hay un grado de corrupción inaceptable. Es decir, superior al grado de corrupción aceptable, se entiende. Que, por cierto, ¿cuál es? Yo personalmente siempre he creído que lo aceptable es la corrupción cero, pero al parecer estaba equivocado. Si hay un grado que es inaceptable, es que hay grados menores aceptables y si quien lo dice es el ministro del ramo, eso va a misa; o sea, que se puede ser corrupto pero en pequeña escala.
Sería conveniente que el ministro o sus servicios de apoyo aclarasen y precisasen cuando es aceptable la corrupción y a partir de cuanto ya no lo es, es decir, empieza a ser delito. Hace un tiempo escuché a un político latinoamericano mitinear y reclamar votos aclarando ante sus seguidores que en su partido eran corruptos, pero poco; por supuesto que menos que sus adversarios que se lo llevaban crudo. ¿Pasará aquí lo mismo? Las palabras del ministro dejan qué pensar.
La corrupción en España está generalizada, por más que los corruptos y quienes les cobijan lo nieguen, y todavía no está siendo combatida con la contundencia y ejemplaridad que requiere. Ya se ha llevado mucho dinero de todos, lo cual indigna como es lógico, y se ha llevado por delante la credibilidad y el prestigio de una clase política que navega sin rumbo y sin poner encima de las mesas del poder lo que hay que poner.
Desde los gobiernos se enfoca la lucha contra la corrupción con leyes y más leyes que en muchos casos ni puñetera falta hacen si no es para enmarañar más los procesos. La corrupción, inaceptable hasta en los más nimio, lo que requiere con urgencia es manos duras, actuaciones más rápidas, encarcelaciones, procesamientos y sentencias sin tantas demoras ni circunloquios.
