¿A quién atemoriza Podemos?

Mi jefe dice...

¿A quién atemoriza Podemos?

Pablo Iglesias, líder de Podemos

Pablo Iglesias ha irrumpido con fuerza en la realidad política española. Ni la derecha tradicional ni tampoco la izquierda tradicional -IU sobre todo- parecen estar cómodas con su presencia. Pablo Iglesias, un tipo al que hasta hace poco no se le tenía en cuenta más allá de ciertos ambientes políticos de la llamada extrema izquierda y de cuatro tertulias televisivas (a las que acudía preparadísimo), acaba de sacar más de un millón de votos, cinco eurodiputados y se ha convertido así en la cuarta fuerza política de España. Las reacciones, claro, no se han hecho esperar.

Desde la derecha más rancia se le intenta desprestigiar de dos formas. Una, la más flojilla, consiste en mantener el tono de burla hacia él por su forma de vestir o su retórica. Tildarle de “friki”, por abreviar. La segunda, bastante más fundada, tiene como objetivo sacar a la luz algunos de sus no pocos claroscuros. A saber; la simpatía que siente por regímenes como el castrista o el chavista.

En la izquierda, por contra, impera el desconcierto. Pablo Iglesias es una ilusión y una incertidumbre a partes iguales. Una ilusión para buena parte de las bases de partidos como IU (o, incluso, el PSOE) y una incertidumbre para los líderes de esas y otras opciones políticas que aspiran también a cubrir ese mismo espectro. Por ejemplo, desde IU se le ha despreciado constantemente durante la campaña a las europeas, pero ahora, con cinco eurodiputados, van a tener que convivir con Podemos y analizar qué tipo de relación interesa para no tropezarse con la comba. ¿Será posible el acercamiento?

Podemos, que tampoco deja de ser un partido erigido por unas elecciones europeas, ha entrado con fuerza en la realidad política española y todos, a uno y otro lado, parecen temer al novato. En otros tiempos, dice mi jefe, los comunistas del PCE ya se hubiesen encargado de Pablo Iglesias metiéndole tres o cuatro trotskistas en sus filas. Hoy en día esta no parece una posibilidad, aunque está por ver cómo asume su éxito. El hara-kiri, ya se sabe, es una práctica tan nipona como española.

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