El loco, loco, mundo del PP

Detrás de la cortina

El loco, loco, mundo del PP

El PP se ha convertido en una suerte de Titanic donde cada barón, cada alcalde y cada cuadro medio parece decidido a luchar sólo por su supervivencia. En los últimos días Génova 13, el edificio en el que tienen la sede el PP nacional y el madrileño, parece una versión aumentada y mejorada del famoso camarote de los Hermanos Marx, aunque también hay quien lo relaciona con otro clásico del humor, el Guateque de Peter Sellers, esa película en que un invitado a quien nadie esperaba destroza la fiesta.

La presentación de los presupuestos, que ha llegado inmediatamente después de la reforma de pensiones, parece haber confirmado las peores pesadillas de todos los militantes de los PP regionales y locales, más que preocupados por unas expectativas de voto que siguen en caída libre y que, con el horizonte electoral situado en 2015, dudan ya seriamente de que la remontada llegue a tiempo. Al menos para salvarles a ellos.

El malestar y la división es visible en cualquier punto del mapa de España. Madrid, Baleares, Castilla y León, Andalucía…Más allá de las declaraciones oficiales, hace tiempo que esa corriente subterránea de duda y desacuerdo llevaba tiempo instalada en las agrupaciones de un partido, cuyos militantes han pasado de una victoria histórica a un hundimiento también histórico en demasiado poco tiempo para poder asimilarlo.

Hay desafección, desencuentro con el líder y enfado creciente, por ejemplo, con ese reparto de las inversiones en infraestructuras que certifican las cuentas del estado y en el que la escasez general se convierte en sequía en algunos territorios que han mostrado ya a las claras su disconformidad.

Muchos empiezan a tener claro que, hoy por hoy, un perfil discrepante, de líder enfrentado al Gobierno es la única salida que les queda para llegar a las urnas con alguna posibilidad, por mínima que sea, de jugar el partido. Y, desde luego, no están dispuestos de ninguna manera a que lleguen los paracaidistas de Génova a imponerles la lista electoral.

Contra ese ambiente de rebelión y disidencia, que Rajoy minimiza como es habitual en él, el PP ha ordenado una movilización general de sus altos responsables para reconquistar a la militancia casi agrupación por agrupación.

Esta implicada, desde luego, la secretaria general, María Dolores de Cospedal, pero también la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría y hasta los rostros ‘populares’ como Celia Villalobos que ha pasado un auténtico mal rato en Málaga explicando a sus paisanos porque han dejado de ser una provincia mimada por el Gobierno central para convertirse de pronto en la cenicienta.

Y ahí en el ruedo están y seguirán, los Báñez, Floriano, González Pons, y el resto de una tropa de ministros y altos cuadros que se encuentran con fríos recibimientos allí por donde van.

¿Conseguirán recuperar la moral de su tropa? No parece fácil porque hasta en la militancia popular, siempre disciplinada, se han instalado ya tantas dudas que sólo con la palabra de honor quizá no vaya a ser suficiente para explicar lo inexplicable. Hasta Fátima Báñez tuvo que asegurar a los presidentes de los PP provinciales, reunidos en Génova, que el propósito de la reforma de las pensiones no es engrasar el negocio de los fondos privados.

Ahí es nada. Y eso sin contar las sombras constantes que proyecta sobre el futuro, el pasado y el presente, ese inquilino de Soto del Real, llamado Luis Bárcenas que está muy lejos de haber sido desactivado como amenaza latente. Todo parece indicar que si no hay una mítica remontada en las encuestas, ni siquiera el hecho de que Ruz archivara el caso Gürtel entero serviría para pasar el trago.

Sin contar con que lo peor puede estar por llegar. Hace días que se escuchan tambores sobre algunos nuevos movimientos de la fiscalía que podrían dirigirse contra un tal Javier Tallada, socio histórico de personas como el célebre Ignacio López del Hierro, esposo de María Dolores de Cospedal quién, según repiten las lenguas más viperinas del entorno del PP madrileño, puede tener mucho que perder si se produce alguna carambola judicial inesperada.

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