Para mi jefe lo primero que queda claro ahora que ya se conoce con todo detalle lo que Cospedal declaró ante el juez Ruz es que ella tenía que haber dimitido.
No se comprende que toda una secretaria general y, por lo tanto, la encargada del día a día del partido pueda quedarse tan tranquila cuando sabe que en una ‘negociación’ de vital importancia y que afecta a su trabajo ha sido ninguneada, puenteada y obligada a aceptar lo que le pusieron encima de la mesa sin rechistar.
Claro que si entonces no dimitió, quizá ahora alguien le enseñe la puerta de Génova. Por supuesto, no a corto plazo, pero si dentro de un tiempo. Y quizá su salida, en opinión de quien me paga, se produzca casi al mismo tiempo que la de Rajoy.
Porque al presidente del Gobierno y del partido esta broma también le va a costar el cargo. No se sabe si ambos pasarán a la historia como parte fundamental del grupo de cargos que terminó con el partido o si, simplemente, ocuparán un párrafo corto en las crónicas. Habrá que ver.
Mientras tanto, Rajoy que “ha dicho lo que tenía que decir” parece convencido de que a los españoles se les puede vender pescado pasado y sigue ahí, intentando llevar a su partido por la complicadísima senda de la negación de cualquier evidencia, cuando hay un extesorero en la cárcel y un montón de dinero sin justificar a su nombre, entre otras dificultades que sortear para conseguir el utópico objetivo.