Pérez Rubalcaba, a quien se acusa a menudo de ser cicatero en ideas para salir de la crisis, ha tenido una interesante, por lo menos para acabar con los paraísos fiscales domésticos. Sugiere que se supriman los billetes de 500 euros y se retiren los que están en circulación para que así aflore algo del dinero oculto al fisco y se alivie un poco el déficit fiscal con cargo a los ricos y no sólo a costa de las costillas de los pobres.
Una buena idea, sin duda, porque los billetes de 500 en la práctica sólo sirven para que defraudadores y delincuentes de variada ralea puedan acumular en cómodos mazos sus ganancias, envolverlos en plástico para preservarlos de la humedad, atarlos con un elástico y ocultarlos en el colchón, en el techo raso del apartamento de la playa, o en el hueco de la pared que oculta la litografía de Miró, o en una rendija del garaje.
Lo más curioso de este asunto, que dicho sea de paso dudo mucho se vea convertido en realidad, es que Luis de Guindos, el ministro de Economía, está de acuerdo, supongo que para marcar distancias de Montoro. A él le pasa lo mismo que a mí, que nunca ha visto un billete de 500 euros, y ve bien que se prescinda de su restringida circulación. En la penuria económica que sufrimos, con los billetes de 200 y 100 euros, vamos sobrados.
Pero lo más sorprendente de todo es que un miembro del Gobierno, del Gobierno de Rajoy se sobreentiende, esté de acuerdo con una propuesta de un dirigente de la oposición, y sobre todo de la oposición socialista. Para eso no se recuerda precedente aunque choque que no se dé con mayor frecuencia. ¡Hombre! Una cosa así hay que celebrarla.
Rubalcaba estará que no cabe en sí de gozo. Algo debe de estar cambiando en la vida pública, pensará. Ha tenido una idea que asume de Guindos. Nunca en nuestro país se ha visto algo igual. Que un Gobierno con mayoría absoluta y en posesión de la verdad plena y eterna acepte que algo sugerido por sus adversarios sea bueno, es noticia. Debemos celebrarlo.
