El disfrute de los cigarros no está sujeto a reglas, ya que los gustos personales son los que mandan. Sin embargo es aconsejable tener en cuenta una serie de hechos para lograr el pleno deleite en la fumada.
No es lo mismo fumarse un puro a las 11 de la mañana, con el estómago semivacío, que hacerlo tras un copioso y suculento almuerzo. En el primer caso se recomienda un cigarro más suave que en el segundo.
Y a lo largo del día nunca se debe pasar de un cigarro fuerte a otro suave, pues el impacto del primero no nos dejara apreciar el sabor menos intenso del segundo. A la inversa no hay problema: la fortaleza debe ir de menos a más.
Tampoco hay que desdeñar el estado de ánimo, ya que un mismo puro puede entusiasmar a un fumador en ciertas ocasiones y decepcionarle en otras.
También hay quien se aferra a una sola vitola y/o marca y se pierde el amplio abanico que nos ofrecen los habanos y la posibilidad de disfrutar de ellos en distintos momentos.