Talegón era vuestra mujer, insensatos

Mi jefe dice...

Talegón era vuestra mujer, insensatos

¿Cuántas veces nos hemos llegado a convencer de que la vida es del todo menos justa? Pues sumen una más por mi cuenta ya que resulta que ahora a los becarios también nos toca currar el fin de semana (como adjunto al reportero que esté de guardia, eso sí, porque a mí no me dejan los mandos de este periódico ni hartos de vino). Así me lo comunicaron ayer; que estuviese atento no fuese a ser que en la manifa convocada por los afectados por la Hipoteca se fuese a liar.

Y se lió. Vaya si se lió. Parece ser que a la chica esta del PSOE, Beatriz Talegón, se le ocurrió aparecer por ahí. Mala idea. A la tipa cuentan que la zarandearon y la mandaron a darse un paseo muy de malas formas. Poco después de enterarse, y aprovechando que estaba pringando en la redacción, llamaba mi jefe para comentarme el asunto y para pedirme que escribiese algo en esta sección a pesar de ser domingo.

Cuando comencé a tomar nota pensé que el hombre me estaba tomando el pelo. Los discursos que a veces me suelta mi jefe son muy parecidos a los de un colega que vota a la izquierda del PSOE, y que precisamente ayer aplaudía lo sucedido con Talegón tras asegurar que no se puede ir de revolucionaria por la vida y luego militar en semejante formación política.

Como digo, yo daba por hecho que mi jefe, y más teniendo en cuenta el cariño que le tiene a Rubalcaba, iba a alinearse una vez más, aún sin saberlo, con mi colega para darle palos a Talegón. Pero no. He aquí la sorpresa: el hombre comenzó a decirme que era impresentable que a la única persona que había tenido la decencia de decir lo que había que decir desde uno de los dos grandes partidos se la tratase de esa forma.

Posteriormente dijo que le preocupa la relación de los jóvenes españoles con los partidos políticos. Y que le dan igual los argumentos esgrimidos por los de ayer para echarla: Talegón, con su mensaje y gracias a un perfil nada radical, había puesto nerviosas a las élites. Unas élites que, visto lo visto, vuelven a saborear esa cuasi omnipresente tranquilidad que las rodea. Porque Talegón dijo verdades, pero éstas no fueron escuchadas ni siquiera en la calle.

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