Armas para matar

Opinión

Armas para matar

Cada vez que un loco de guardia, sádico o demente ocasional, y en los Estados Unidos hay muchos, toda Norteamérica se pone a discutir la conveniencia de acabar con el comercio legal de armas, cortas y no tan cortas. Allí hay más armas en las casas y moviéndose por las calles que ciudadanos y cuando menos se espera, alguno de sus poseedores las usa de manera bestial, contra quienes se ponen al alcance de sus puntos de mira y e ira.

La semana pasada una de estas matanzas — que con frecuencia se realizan en escuelas e institutos — acabó en un colegio de la pequeña ciudad de Newtown, en el Estado de Connecticut, con la vida de 27 personas, en su mayor parte niños de corta edad. Una monstruosidad como quiera que se contemple, una de las barbaridades más grandes que recordamos, un hecho capaz de estremecer a las conciencias más insensibles. Y, como es habitual, instantáneamente muchas personas han puesto el grito en el cielo contra la facilidad con que en el país, que con tanta frecuencia intenta ponerse de ejemplo, se puede conseguir y mantener un arma con toda la munición que se desee.

Pero, como también es habitual, enseguida aparecieron los defensores de lo contrario, del derecho tradicional a tener armas con la disculpa de poderse defender de otros que también las tienen, y al final el debate, que a veces parece que va a dar resultado, como siempre se queda en nada. Los millones de fachorros miembros de la nauseabunda Asociación del Rifle, creada para montar guardia en defensa del derecho a tener y portar armas, salen al paso e imponen su peligroso criterio.

Esta vez fue el vicepresidente de la Asociación, Wayne LaPierre, quien salió a los medios a desautorizar a los que culpan la impresionante cantidad de armas existentes y a defender la peregrina idea de que con más armas circulando el número de crímenes desciende. Cuesta creerlo, pero como hay gente para todo, son muchos los que piensan que si de pronto se restringiese la venta de armas, los asesinatos, los atracos y los asaltos terminarían. Hay gente para todo, ya digo.

Pero mientras se discute en el vacío, en espera de que una vez más el debate se olvide, los locos y obnubilados siguen matando a mansalva y, por supuesto, se mantiene pujante lo que hay detrás de todo esto y es que la fabricación y comercialización de armas, que fundamentalmente son para matar, continúa proporcionando excelentes negocios.

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