El auge de Los Piratas

Opinión

El auge de Los Piratas

Mientras la ínclita Angela Merkel va logrando sumirnos en la miseria a todos y como compensación sus conciudadanos la premian con derrota tras derrota política en sus estados federados, electoralmente crece en Alemania el auge electoral de Los Piratas, el minúsculo partido de nombre esperpéntico salido de la nada que en cuestión de semanas y apenas con 30.000 afiliados ya ha conseguido escaños en cuatro parlamentos regionales desplazando de manera inmisericorde a los candidatos de la izquierda del incombustible Oskar Lafontaine.

Empezaron en Berlín, la capital, luego fueron repitiendo éxito en el Sarre, más tarde en Schleswig-Holstein y hace menos de una semana en Renania del Norte-Westfalia, el lánder más populoso del país, con más de dieciocho millones de habitantes donde contribuyeron al principal descalabro de la canciller. Lo sorprendente es que Los Piratas, a pesar de su nombre, no asustan a nadie ni parecen perdidos en su propio suceso político. Surgieron de la nada, defendiendo libertad total para Internet y cuando los grandes partidos quisieron darse cuenta se habían convertido en un respetable adversario electoral.

Angela Merkel, cuya prepotencia y sentido autoritario no le permiten comprender la realidad, sufre varapalo tras varapalo en las urnas sin cambiar su actitud. De momento son sus socios los liberales los que van llevando la peor parte en los escrutinios, pero cada vez son más los expertos que ponen en duda que renueve su triunfo en las generales del próximo año o cuando menos las posibilidades de formar Gobierno si no vuelve a pactar, como hizo hace ocho años, con sus adversarios los socialistas.

Los Piratas, un movimiento importado de los fríos nórdicos, donde ya se hallan representados en el Europarlamento, no tienen claro su ideario sobre la crisis y otros asuntos cruciales pero ofrecen ideas que gustan a los jóvenes y a muchos no tan jóvenes y, desde luego, sus estrategias no les impulsan a asaltar barcos en pleno océano pero sí a defender la libertad de movimientos por la inmensidad del éter adentro, por ese mundo insondable de Internet en el que quien no navegue llegará un momento que no existe.

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