Madrid está empeñada en ser sede olímpica lo más pronto posible. ¿No lo ha sido Barcelona, coño? Pues Madrid, que para algo es la capital de España, no va a ser menos. Ruiz Gallardón se lo jugó todo en el empeño, gastó un pastón que la hacienda local no tenía, endeudó al Ayuntamiento hasta las ventanas del palacio de Cibeles, y se fue dejando detrás una deuda descomunal que ahora no se ve manera de pagar. Y más, después de lo visto en Andalucía el domingo donde se encendieron todas las alarmas electorales en un Partido Popular hundido en su euforia en cuestión de semanas, pocas.
La nueva alcaldesa de Madrid, la señora Botella, no ha tenido más remedio que rendirse a la evidencia, a la crueldad de los números mayormente rojos, y empezar a adoptar medidas drásticas de austeridad que van a enseñarnos a todos los residentes lo que vale un peine. De momento se salvarán los empleos y los sueldos de los funcionarios municipales, lo cual es de valorar positivamente, y a cambio van a subir de manera generalizada e implacable las tasas por los servicios. Se salva la que grava la recogida de basura, que es descomunal y buenas protestas provocó no hace mucho, pero el resto a compensar los despilfarros de un pasado reciente.
Subirá, por ejemplo, la hora para los aparcamientos e incluso parece que se prolongará el tiempo de pago hasta las nueve. Una horita más, aplicándola hasta las nueve, es un dinero puesto en miles de euros que se trasvasará de los bolsillos a las arcas del Municipio. La consigna es recaudar, recaudar y recaudar y en ese empeño nada sorprenderá que las multas se intensifiquen. Pero lo peor y más increíble, aunque no menos cierto, de estas medidas serán las nuevas tarifas que se aplicarán a las actividades deportivas, empezando por las piscinas públicas. Muchos juegos olímpicos y mucha inversión en instalaciones deportivas pero mientras tanto ejercitar los músculos en Madrid o practicar algún deporte en las canchas municipales va a empezar a ponerse imposible. Como si lo viésemos.