La italiana Silvia Saint, auxiliar de enfermería en la nómina del hospital de Santa Ursula, y cara dura de profesión, se ha consolidado como la reina universal del absentismo laboral. El peor ejemplo vivo europeo contra la crisis que agobia al continente y de manera muy especial al país que la vio nacer, le dio empleo y la sustentó durante años y años sin dar un palo al agua. Toda la perspicacia italiana fracasó a la hora de fiscalizar la asistencia al trabajo de la empleada con más rostro y mejor capacidad para eludir el curro que la picaresca recuerda.
Silvia llevaba empleada en el centro hospitalario nueve años y no consta que haya trabajado algo alguna vez. Los cálculos del departamento de personal, a título pasado, claro, reflejan que en ocho años acudió a trabajar nueve días y, claro, con semejante intermitencia es fácil deducir que sus superiores no hayan tenido oportunidades de encomendarle misión alguna. Ella, además, ya se encargaba de evitar responsabilidades que contribuyesen a delatar su absentismo crónico, a reiniciarse al día siguiente.
¿Qué cómo es posible escaquearse del curro un día, y otro y otro hasta ocho años seguidos sin que te despidan con gaitas destempladas? Bueno, en la Italia berlusconiana todo es, e imagino que seguirá siendo, posible. Silvia lo consiguió fácilmente inventándose embarazos que no experimentó, partos que no tuvo, enfermedades que jamás padeció y, eso también, logrando que sus jefes y compañeros imitasen su negligencia y se olvidasen de su existencia. Era la auxiliar fantasma por la que ni siquiera el reloj de fichar preguntaba.
Pero, eso también, entre tanto siguió cobrando religiosamente su sueldo, que el banco le ponía en la cuenta. Toda su inteligencia, capacidad de trabajo y habilidad para sobrevivir a las inclemencias de la vida, las derrochó para lograr el sueño frustrado de muchos: no hacer nada. Hay gente para todo, ya se sabe y esta italiana, reina del abstencionismo laboral y récord universal de las mentiras, nos lo acaba de demostrar.