La que ha liado Esperanza Aguirre al destituir por sorpresa a Francisco Granados «por pérdida de confianza», una decisión inesperada que ha desatado todo tipo de especulaciones en los diarios.
El Mundo, por ejemplo, deja caer vía editorial, que la maniobra puede ser interpretada en clave sucesoria, ya que estaría abonando la tesis de que Aguirre estaría pensando dejar la primera línea de la política madrileña. Y es que aunque Pedrojota no lo diga arrecían los rumores que sitúan a Esperanza como alcaldesa de la capital, antes de lo cual la ‘lideresa’ quiere dejarlo todo atado y bien atado y con su `delfín’ Ignacio González en primera línea.
La interpretación de El País es diferente. Cree el de Prisa que «la maniobra de Aguirre blinda su poder en el Partido Popular regional a tres meses del congreso nacional del partido, donde Rajoy podría maniobrar para reducir el poder de la lideresa». Y es que en «el entorno de Rajoy aún recuerdan su amago por disputarle la presidencia en el congreso de Valencia, en 2008».
Sea como a sea muchas ‘plumas’ no les gusta el proceder de la presidenta madrileña. Este es el caso de Lucía Méndez, que ironiza en El Mundo con que «Esperanza Aguirre ha inaugurado una original forma de hacer política, que consiste en destituir a sus colaboradores para depurar las responsabilidades de una victoria electoral. Y acalra que como «no está dispuesta a pasar inadvertida y cuando todo el mundo en el PP está repartiéndose ministerios, ella lo que reparte son ceses». O sea que en lugar de celebrar las victorias con champan, como el resto de los mortales, lo hace con ceses. Y espera que no haya actuado «por impulsos pasionales, por narices, porque ella es la jefa, por un arrebato sin más. ¿O tal vez sí?»
