Mi jefe ha terminado la semana con un mosqueo bastante importante tras escuchar las declaraciones de Joaquín Almunia, el único español con un puesto en las altas esferas económicas de Bruselas. El señor Almunia ha salido hoy a criticar a la banca española y a dar la razón a sus colegas europeos de la Autoridad Bancaria Europea (EBA), que más o menos vienen a decir que los bancos franceses y alemanes, con una gran exposición a la deuda de un país que va a pagar sólo la mitad de lo que debe (Grecia), están en perfectas condiciones mientras que los españoles -que en algunos casos duplican en beneficio obtenido a los alemanes- están de pena.
Dice mi jefe que no hubiera estado de más que Almunia, además de expresar su opinión, hubiese explicado también los argumentos que la sostienen. Cosa que no ha hecho, evidentemente.
Además, recuerda mi jefe, así a modo de reflexión de cara al fin de semana, que la gente empieza a estar harta del corporativismo de Bruselas y de su política de llegar al lugar del crímen cuando al muerto ya se le ha realizado hasta la autopsia. Es decir: muy tarde.