Contra la idea de que en EEUU la Historia (con mayúsculas) de Europa, y en particular la de España, poco importa, durante estos últimos días un artículo de opinión publicado el pasado 31 de julio -en plena negociación entre demócratas y republicanos para lograr ampliar el techo de la deuda del país- por la agencia Bloomberg ha demostrado lo contrario: que en EEUU se conoce la Historia de España y que, de vez en cuando, se recomienda echar un vistazo a sus centenarias páginas para no caer en los errores del pasado.
La pieza en cuestión, que ha sido dada a conocer a escala internacional por multitud de bloggeros entusiasmados, y firmada por el profesor de Economía de la Universidad de Boston Christophe Chamley, asegura que la resistencia de cierto sector dentro del Partido Republicano que albergaba la intención de forzar una suspensión de pagos del Gobierno que preside Barack Obama era equivocada. Y existe un antecedente que lo demuestra de forma muy clara: la crisis económica que afectó a Felipe II, entonces monarca de los españoles y de otros muchos pueblos, en 1575 (la cual se agravó en los años sucesivos).
Chamley relata cómo la entonces primera potencia del mundo (como ahora EEUU) tenía que hacer frente a unas cifras de endeudamiento sin precedentes para mantener el territorio conquistado. Se necesitaba dinero para batallas, para apaciguar revueltas y para continuar con la expansión. Los préstamos estaban asegurados por las arcas españolas, que de haber estado calificadas por alguna agencia de rating hubiesen ostentado la flamante AAA: la máxima nota, que indica máxima solvencia.
Para hacer frente a los pagos, Felipe II contaba -dice Chamley- con la inestimable colaboración de las ciudades castellanas, que recaudaban impuestos entre los habitantes del territorio con ese fin. Hasta que en 1573 los contribuyentes se negaron a seguir financiando al monarca y sus aspiraciones. En consecuencia, dos años después, Felipe II suspendió los pagos de una parte de su deuda: la que afectaba a los banqueros genoveses. La población castellana se mostró feliz, pues los banqueros eran considerados usureros, y el rencor era doble si además eran extranjeros.
Sin embargo, las consecuencias de esa suspensión de pagos adoptaron un giro inesperado. Los banqueros se vieron obligados a congelar los depósitos de sus mejores clientes; algunos ricos mercaderes castellanos. Esto paralizó el negocio más rentable de la época: las ferias comerciales. Una de las más importantes era la que se celebraba dos veces al año en Medina del Campo, y que durante aquel período fue cancelada. La recesión económica era ya un hecho contrastado.
En noviembre del año 1577 las ciudades castellanas, ahogadas por el estado del comercio terrestre, decidieron asumir el pago de unos impuestos aún mayores. Felipe II pudo, entonces, pagar sus deudas a la banca y la feria de Medina del Campo volvió a celebrarse. Pero ya había perdido su importancia dentro del Viejo Continente y jamás volvió a ser la misma.
El mensaje de Chamley a los republicanos de Washington es simple: «no sobrevaloréis vuestro poder». Pues lo que sucedió hace 424 años en El Escorial, el epicentro del globo en aquella época, podría acontecer a día de hoy en Washington, el epicentro mundial en 2011.