Los operadores financieros -los pocos que deben de quedar en la oficina- han amanecido hoy con una noticia inusual en sus pantallas: una bomba ha estallado en Atenas. Puede que haya sido debido a la ausencia de noticias un día antes de cambiar de año, o puede que haya tenido que ver con otras circunstancias más oscuras y misteriosas.
Pero el hecho es que los ataques concebidos por grupos anarquistas (italianos y griegos, principalmente) en los últimos años no habían tenido tanta repercusión en los portales financieros especializados como hasta ahora. El atentado en sí no se ha caracterizado por nada en especial, en comparación con los paquetes bomba que han sido enviados durantes fechas tan señaladas a las embajadas romanas de Suiza y Chile.
Lo de hoy ha consistido en una motocicleta robada colocada frente a unos juzgados atenienses que ha hecho explosión previo aviso telefónico. Ni muertos, ni reivindicaciones islamistas (obviamente) ni nada parecido. Sin embargo, hoy encabezaba las noticias financieras. En teoría, los anarquistas que están llevando a cabo estas acciones protestan por la falta de responsabilidad del sistema capitalista y por la represión que han sufrido compañeros de lucha desde el año 2008, cuando comenzaron los ataques de esta índole (en Atenas, valga la redundancia).
Algunos jocosos apuntan sarcásticamente a que la importancia otorgada a esta noticia en el entramado financiero ha podido verse motivada por un sentimiento común que albergan tanto los anarquistas con pañuelos como los especuladores con trajes de Armani; las pocas ganas de querer obedecer normas y legislaciones que limitan sus acciones. En todo caso, y como era de esperar, los mercados han hecho caso omiso del suceso.
Si acaso, habrá amenizado algún que otro desayuno.