Políticos borrachos al volante

Para ser político no es preciso mostrarse como un dechado de virtudes, pero hay algo que los políticos deben evitar, y es darle al tarro. Empinar el codo no es problema para los estibadores del puerto, aunque quizás también, pero si el trabajo consiste en hablar desde la tribuna del Congreso la cosa puede volverse grave. O simplemente conducir. Conducir después de haber tomado unas cañitas, puede acarrear muchos males, los menores retirada del carné, la pérdida de puntos y multas de esas que doblan la cartera. Pero cuando se bebe, se conduce, se cae en manos de la autoridad competente y se descubre que el infractor es político y tiene mando en plaza el asunto cobra caracteres peores además de sonrojantes ante la opinión pública. Que se lo pregunten si no, en cuanto regrese de unas vacaciones protectoras del ridículo que escandaliza a sus paisanos, a José Carlos Corrales, el ya ex alcalde socialista de Siero – una de las localidades más importantes de Asturias – que tuvo que abandonar precipitadamente el cargo hace un par de semanas después de tomar de frente una rotonda con el coche municipal y de reflejar un descomunal índice de alcohol en la sangre. O, cambiando de bando, a Ignacio Uriarte, presidente de Nuevas Generaciones del PP, diputado por Valencia y, lo que es la vida, miembro del Comité de Tráfico del Congreso. Ya abandonó ese cargo aunque el escaño lo mantiene con todo el apego con que suelen conservarlo muchos diputados inadecuados para ocuparlo. Uriarte también se la pegó con el coche y llegado el momento de la prueba, también arrojó más del doble del alcohol permitido. A ambos les quedará el consuelo, eso sí, de saber que sus faltas no son propias sólo de este mundo cotidiano de la política. En Alemania la jefa de la Iglesia Luterana, la venerada obispa Margot Kaesmann también tuvo que renunciar a su cargo espiritual y recocer públicamente su error: conducir borracha como cuba, haciendo eses hasta acabar pegándosela contra una farola como cualquier vulgar pecador atrapado en la tentación del cubata.