Lagarde pone en duda la “buena fe” de Tsipras para presentar un programa de ajustes “coherente” que desbloquee nuevos fondos del rescate mientras se contiene la amenaza del ‘Brexit’. La caldera financiera en la que se ha convertido Grecia vuelve a calentarse conforme se aproxima el verano. Los analistas coinciden en que el reciente cruce de declaraciones entre altos cargos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Gobierno heleno no es más que un síntoma de que el fantasma del impago está a la vuelta de la esquina.
El desencadenante de estos nuevos rumores, que desde hace años se repiten fieles a su cita con cada primavera y tocan su máximo a comienzos de cada verano, ha sido la filtración de la supuesta transcripción de una conversación mantenida entre altos funcionarios del FMI encargados del tutelaje económico de Grecia. Su postura sería acercar al país balcánico al abismo de la quiebra con tal de conseguir más ajustes de parte del Gobierno que capitanea Alexis Tsipras, el líder de Syriza.
En este contexto, el punto clave se sitúa entre los meses de junio y julio. En plena temporada estival, Grecia debe hacer frente a la devolución de entorno a 2.300 millones de euros del tercer rescate internacional recibido por el país. Una suma que, a la luz de la debilidad económica registrada en los últimos meses, a los analistas se les antoja imposible de afrontar a no ser que los socios europeos lanzasen un nuevo salvavidas hacia Atenas.
Si bien la transcripción de la supuesta conversación apuntaba de una parte a presiones hacia la canciller alemana Angela Merkel para que aceptase una ligera quita o aplazamiento del pago, también se recogía la posibilidad de no actuar en esa línea y forzar un más amplio programa de rescate para la República Helena. Una hipótesis, esta última, que la misma directora gerente del FMI, la francesa Christine Lagarde, ha calificado de “disparate”.
A pesar de la defensa de una vía para el entendimiento, lo cierto es que los ‘hombres de negro’ de la Troika, comandados por el FMI están aún pendientes de cerrar el examen de reformas que en un principio habían previsto poder presentar el pasado mes de noviembre. Y, por si fuera poco, la misma Lagarde ha dado argumentos a los pronósticos más agoreros al afirmar que en su visión del ritmo de las negociaciones queda “aún una buena distancia” para poder tener sobre la mesa “un programa coherente”.
Después de cinco meses de retraso, Grecia sigue sin asumir el recorte a las pensiones pactado con Bruselas, la reforma de su administración fiscal y el establecimiento de un fondo de privatizaciones que gestione la venta de entidades e infraestructuras públicas. Un hecho que ha llevado a Lagarde a poner en duda la “buena fe” de Tsipras y su equipo en torno a la consecución real de un acuerdo para el cumplimiento de las condiciones que liberarían el segundo tramo del tercer rescate al país, que asciende a 86.000 millones de euros.
Con estas dudas sobre la mesa, los bonos griegos con vencimiento en el año próximo se han disparado hasta una rentabilidad del 10,22%, lo que supone 130 puntos más de prima de riesgo con respecto a los ‘bunds’ alemanes de referencia. Este repunte de tipos, que supone la enésima pérdida de valor de estos papeles de deuda soberana, es el mayor en más de dos semanas, según datos de Bloomberg.
Las armas de presión con las que cuenta Grecia para forzar una mayor generosidad de sus socios pasan por la amenaza de retirada de Reino Unido del club comunitario y la crisis de refugiados en las que el país fronterizo con Turquía juega un papel clave. En el primer caso, el más considerado por los analistas, el resurgir de las tensiones con Atenas podría inclinar el voto a favor de la salida de la Unión Europea en el referéndum anunciado por el primer ministro británico para el próximo 23 de junio.
Hasta la fecha, el mayor esfuerzo por parte del gabinete de Tsipras ha sido la redacción de un plan económico que pasa por recortes presupuestarios adicionales equivalentes al 3% del PIB nacional. Sin embargo, los requerimientos de Poul Thomsen, director del FMI para Europa, había exigido de las autoridades helenas ajustes por al menos un 4,5% de la economía griega.
En caso de que las conversaciones llegaran a mejor puerto que hasta ahora, se contempla la posibilidad de que los socios de la Eurozona asumieran cierta quita o aplazamiento en el pago de deudas, de manera que los ajustes no se hicieran tan exigentes. Una opción que, según fuentes del organismo monetario global, quieren sondear ya los correligionarios de Tsipras ante los nuevos frentes de inestabilidad para la moneda única que se han desatado desde que revalidaron su poder ejecutivo una vez suscrito el memorando de recortes con la Comisión Europea.